Esta es la amenaza invisible que daña todas las relaciones

No sólo destruye matrimonios, también amistades de años y cualquier tipo de relación. Es difícil de detectar, pero una vez que se le reconoce, es relativamente fácil solucionarlo todo. Te invito a saber de qué tipo de mal se trata.

Emma E. Sánchez

Todos nos relacionamos de una o de otra manera, y de esas relaciones obtenemos lo necesario para sobrevivir en sociedad. Muchas de las buenas cosas que obtenemos en esta vida se deben al éxito que esas relaciones tengan.

Nos relacionamos para obtener y mantener un trabajo, lo hacemos para hacer negocios, preservar nuestra salud, ayudar y ser ayudado; nos relacionamos y conocemos a las personas con las que inclusive formaremos familias.

Todo funciona en tanto sobrellevemos bien nuestras relaciones sociales y familiares, pero las complicaciones sobrevienen cuando nuestras conductas y modos afectan a otros. Son muchos los factores que dañan las relaciones, pero hay uno en particular que lo destruye todo: el orgullo.

El orgullo, curiosamente, tiene dos líneas: la primera, la positiva, habla de la dignidad de la persona, de la estima correcta que puede tener de sí misma o inclusive hacia otra persona, y eso es sano, es bueno; pero la segunda, la negativa, se da cuando esa estima es excesiva y aparece la soberbia, la altivez, la vanidad, la arrogancia y la crítica; y eso no ayuda, más bien daña todo a su alrededor, principalmente a las personas.

Si descubres que estás cerca de alguien cuyo orgullo está causándole daño -o que tú mismo identifiques en ti algunos de estos factores-, te comparto estas cinco recomendaciones para no perder y sí mejorar las relaciones:

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1. No intentes cambiar a la persona

Ningún ser humano tiene el derecho de cambiar a otro, los cambios son un asunto personal y nacen del deseo de querer hacerlo. Nuestro trabajo es entender y aceptar lo que se puede, tolerar lo que no podemos aceptar y buscar la humildad como el medio por el cual todos nos podemos relacionar para no lastimar a otros.

2. El orgullo no es cosa de ricos

Ingenuamente pensamos que el orgullo es cosa de ricos, de los que miran de arriba para abajo, pero la verdad es que también entre quienes menos tienen hay mucho orgullo. ¿Te ha tocado conocer a alguien que estando en necesidad es incapaz de recibir ayuda o lo que necesita movido por el orgullo?

Entenderemos que todos somos susceptibles de caer en ello si permitimos que las cosas materiales tengan más valor en nuestra vida que las personas.

3. Si hay que hablar un tema serio con alguien pide la presencia de un tercero

La comunicación a veces es compleja y se presta a malos entendidos, por lo que si es posible o muy necesario, pide que otra persona, preferiblemente que la persona en cuestión estime o reconozca como autoridad, esté presente.

Usa un lenguaje claro y haz a un lado los descalificativos, la humillación o la desacreditación.

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4. Sé el primero en ofrecer ayuda

Anteponer la buena voluntad y la humildad desarma a muchos.

5. Hazle saber que estarás cuando te necesite

Pedir ayuda puede ser una de las más grandes pruebas para una persona orgullosa; sin embargo, son esos momentos de necesidad los que a todos nos hacen humillarnos y reconocer que necesitamos de los demás; es cuando doblegamos el orgullo y nos volvemos más humildes para beneficio de todos.

Imagina que el orgullo es una enfermedad, que no es algo que tú puedas sanar pero sí protegerte para evitar un contagio. Piensa en que en tus manos está el poder ayudar a esa persona “enferma” a que funcione mejor con quienes le rodean y le aman; se trata de ser tolerantes y evitar ser heridos o lastimados por sus formas.

Por último recuerda que a la humildad el orgullo no puede herirla.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.