¡Deja de ser una BRUJA con tu marido! Descubre aquí por qué lo eres y por qué debes cambiarlo
¿Te comportas como una bruja con tu marido? ¡Si haces esto, definitivamente sí! Sigue leyendo y descúbrelo.
Zaida Libertini
Leíste bien, he insinuado que algunas mujeres adoptamos actitudes de brujas con nuestros maridos. Es más, pienso que la mayoría de nosotras en alguna ocasión lo ha hecho, sin darse cuenta. Antes de que comiences a deducir que este título es degradante y se refiere a una mujer desagradable que trata mal a su pareja, déjame te explico lo que quiero decir.
Imagínate una bruja. Quizá lo primero que viene a tu mente es la imagen de una mujer, a veces no tan agradable, vestida de negro, volando en su escoba mágica con su usual sombrero de punta. Esta es la imagen más común que se nos presenta, pero ¿qué es lo que realmente la hace una bruja? Ciertamente, más que su atuendo una bruja -según la ficción- es una mujer que practica la hechicería. Alguien que utiliza pociones mágicas, conjuros o fórmulas para lograr sus objetivos; muchas veces lo hace forzando a sus “víctimas” a comportase de la manera en que a ellas se les antoja y por lo general en contra de los deseos originales del “conjurado”.
¿Actúas como una bruja?
Ahora piensa en lo siguiente: ¿alguna vez has hecho cosas con el propósito de persuadir a tu marido a cambiar algo en él que no te gusta? ¿Alguna vez, con la idea de resolver algún problema, has pensado que si tú tomas “x” acción, él sin duda alguna se verá obligado a responder como tú deseas? Si tu respuesta es sí, has tratado de alguna manera de “cambiar” a tu marido. ¿Te das cuenta cómo has utilizado tus propias versiones de conjuros mágicos, para lograr tus objetivos? Estos escenarios pasan más seguido de lo que nos damos cuenta; algunas veces ingenuamente y, otras, con la conciencia plena de que lo que estamos haciendo es manipulación.
Déjame te doy un simple ejemplo: cuando conocí a mi esposo, quedé encantada con casi todo sobre él. Pero en un tiempo encontré una excepción: me di cuenta de que no era el hombre más detallista del mundo. Fue casi cómico, ya que nunca pensé que me gustaran las flores, hasta que me di cuenta que mi ahora esposo no tenía la más mínima intención de obsequiármelas.
Ahora el dilema: tampoco quería pedirle las flores, ya que sabía que si yo las pedía él sin duda me las obsequiaría, ¡pero por haberlas pedido yo! Pasaron los meses y nada, y comencé a hacer cosas para dejarle ver que, por supuesto, yo quería flores. Llegué hasta el punto de obsequiarle flores yo misma, con la intención de que entendiera mi mensaje y el detalle fuera recíproco. Comencé a entablar mis propias fórmulas mágicas para lograr mi objetivo: convertir a mi novio poco detallista, en mi version de hombre perfecto.
Le daba tanta importancia a cambiar la ausencia de flores, o detalles tangibles en general, que llegué a sobrepasar las cosas que realmente me habían hecho enamorarme de él: sus cuidados, su atención, su complacencia para hacer las cosas que yo deseara, etcétera. ¡Tenía a un hombre genial, y yo preocupada por flores!
Ámalo como es, y te hará más feliz
Ahora, este es solo un pequeño ejemplo, pero si entiendes lo que estoy diciendo, podrás ver que a veces las mujeres intentamos cambiar a nuestros maridos. Piensa en esto: ¿cuántas veces quisieras que tu marido hiciera algo diferente? ¿Cuántas cosas has hecho con el propósito de “ayudarlo” a cambiar lo que no te gusta?
Para de hacerlo. No utilices artimañas, ni elabores fórmulas que logren tu objetivo. Te aseguro que también existen cosas de ti que no son de su total agrado, pero los dos son una pareja y deben aprender a complementarse y aceptarse mutuamente.
Ahora, ésta es la mejor parte: cuando no intentas cambiar a tu marido, lo amas y lo aceptas tal como es. Si lo haces, primero que todo serás tú misma más feliz, pero además él comenzará a hacer lo mismo por ti, y a buscar maneras de hacerte sentir valiosa y amada por igual. Comenzará a fijarse intencionalmente en las cosas que te hacen feliz. En mi experiencia, cuando dejé de buscar la manera de hacer que mi marido me regalara flores, sin darme cuenta cómo, lo comenzó a hacer. Y sorprendentemente lo sigue haciendo hasta el día de hoy.