Padres responsables, adolescentes felices
Se dice que la adolescencia es el fruto —dulce o amargo— de la educación que se da a un hijo desde que nace. Mira a tu hijo adolescente y pregúntate, ¿hay algo que estás dejando de hacer?
Julia Tort Rodriguez
Cuando los padres de familia se dan cuenta de que su hijo ha crecido porque comienza a pensar y a actuar de manera independiente, suelen preguntarse: ¿Cómo enfrento la rebeldía de mi hijo adolescente? ¿Cómo hablo de temas sexuales? ¿Cómo le digo que tengo una pareja? Les da miedo afrontar el hecho de que se está convirtiendo en un ser que puede lograr cosas por su propia elección y que sus alcances son mucho mayores que cuando tenía 6 o 7 años de edad.
Mi prima Mercedes, fallecida hace unos meses y a quien quise mucho, se dedicó toda su vida a trabajar como maestra ejemplar con adolescentes. Me dejó una gran enseñanza cuando inicié mi vida como madre y me dijo: “Siempre recuerda que la adolescencia es el fruto de la educación que les des desde que nacen; depende cómo los guíes, les hables y los atiendas, será un florecimiento o un sufrimiento. Prepárate y hazlo con amor para que vivas esa etapa de una manera feliz”.
Educa a tus adolescentes desde que nacen
Los chicos no comienzan a educarse a partir de los 11 años, más bien es el momento de disfrutar lo que como padres sembraron y crearon en ese ser humano. Los tres años de tu hijo es la primera pequeña adolescencia, en la que te das una idea de su temperamento, carácter y fuerza. Por lo que, si has logrado una buena comunicación y disciplina con amor, entonces será fácil de manejar y vas por buen camino. Si por el contrario, en casa hay un desastre emocional, deberás revisar minuciosamente la comunicación, el lazo afectivo y sobre todo cómo te sientes ante tal situación: ¿te pesa o estás en la mejor disposición de hacer lo que sea necesario para que todo esté en armonía?
Los adolescentes atraviesan por una etapa sensible en extremo, así que es mejor sentarse con ellos y hablar con la verdad, siempre preguntarles cómo se sienten al respecto y cuál es su opinión; aunque difieran contigo, es importante tomar en cuenta lo que sienten y piensan. No es necesario que discutas por el hecho de no estar de acuerdo, tómalo como una retroalimentación para que así evites herirles con tus acciones. Recuerda que están creciendo y esto les causa confusión porque se sienten pequeños para algunas cosas y mayores para otras. Por ello, lo mejor en estos momentos, es tomarlos en cuenta.
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Cada hijo es diferente, todos tienen una personalidad que los distingue y tal vez tengas en casa uno tranquilo y otro que es todo lo contrario; solo recuerda que siempre se puede llegar a un punto donde haya armonía y bienestar. Para esto, las negociaciones son excelentes. Así que si estás dispuesto a hacerlo, debes saber que las siguientes actitudes no son signos de negociación y que debes evitarlas.
1. Condicionar
2. Criticar
3. Amenazar o Sobornar
4. Desconfiar
5. Mentir
6. Desvalorizar
7. Ignorar
8. Discutir
9. Evadir
10. Espiar
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Si sueles aplicar cualquiera de estas técnicas con tu hijo adolescente bajo el pretexto: “Es por su bien”, déjame decirte que estás escribiendo la novela más dolorosa de tu vida. Si vas a elegir por una forma de relacionarte con tu adolescente, hazlo por aquella que lleve un toque de esfuerzo, que te impulse a ser mejor y a hacer cosas que tal vez nunca hayas hecho, pero que te dejen con la satisfacción de haber abierto tu corazón. No te pongas a la defensiva, mejor hazte la pregunta maestra: si el comportamiento de mi hijo dependiera de mí ¿en quién me tendría que convertir para que él fuese diferente?
Recuerda que tu hijo adolescente tiene la capacidad de negociar aquellas cosas que le causan satisfacción y le dan privilegios, siempre y cuando tú como su madre le hagas ver que ante lo que desea, existe una responsabilidad y un compromiso que ha de asumir.
Si existe una buena comunicación al respecto, se logra un acuerdo y la palabra de ambos es importante para cumplirlo. Si enseñas a tu hijo que las cosas se pueden negociar —excepto aquellas en las que su vida se ponga en riesgo—, entonces establecerás una comunicación abierta con él, podrás tener su confianza y conservarla como un gran tesoro.
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