Entre mujeres practica la solidaridad, no la envidia

Madeleine K. Albright dijo: "Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres".

Emma E. Sánchez

Hace poco menos de un mes, por medio de un periódico local, me enteré que “la amiga de una amiga” había ganado el primer lugar en un concurso muy famoso de físico constructivismo en nuestra ciudad. Leí con gran alegría el artículo que el periódico le dedicaba, y me enteré de los muchos premios y reconocimientos a los que se había hecho acreedora. Pensé entonces felicitarla y la busqué en la lista de amigos de mi amiga; abrí su página y escribí un breve mensaje felicitándola por su éxito y reconociendo todo el esfuerzo y empeño que ha puesto durante años en perseguir su meta.

Al día siguiente ella me llamó, me agradeció la nota y dijo: “Fuiste de las pocas personas que dejó un mensaje amable en mi muro”. Cuando colgamos, regresé a revisar su muro (sí, eso hice) y con sorpresa comprobé lo que ella me había dicho: había una gran cantidad de mensajes duros y hasta vulgares sobre su triunfo y lo más lamentable fue que eran de otras mujeres.

Esta mujer, me consta, como muchas otras, logró el éxito después de trabajar muchísimo, de cuidar su salud, su comida, invertir muchos recursos, privarse de fiestas, desveladas, alcohol y muchas cosas más. El triunfo no llegó gratis, lo pagó con mucho sudor y constancia. Ella tomó decisiones, trabajó y se sacrificó; obtuvo lo que buscaba y al parecer eso molestó a quien no se atreve a cumplir sueños.

No niego que algunas veces todas deseemos lo que alguna otra posee. Es más, a veces ese sentimiento nos lleva incluso a sentir un poquito de envidia o celos, pero de ahí a expresarlo, y peor aún, atacar y lastimar a una mujer porque es o tiene lo que yo no soy o poseo, solo habla de un corazón muy pobre.

Si alguna vez el “gusanito de la envidia” llama a tu corazón, te invito a poner en práctica estas recomendaciones, que no solo eliminarán la envidia de tu corazón, sino que te harán, inclusive, una mujer generosa:

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Desarróllate en aquello que te hace única

Si hay algo en otra mujer que te provoca envidia, esfuérzate por desarrollar en tu persona esa cualidad o talento, pero sobre todo, por desarrollarte tú como la persona única y excepcional que eres. Envidiar cosas materiales te puede servir para trabajar en tus propias metas, pero sé prudente; de lo contrario estarás buscando ser esa otra persona y olvidarte de ti misma. Cuando te concentras en tus propias metas y desafíos, no tienes tiempo de envidiar y sí de admirar, pues tú sabes, en carne propia lo que cuesta llegar a ser, o inclusive, tener algo en la vida. Concéntrate en ti y en tu vida.

Conviértete en la mentora de otra mujer

Si te conviertes en alguien que ayude a otra mujer, quien le enseñe los secretos de la profesión, le comparta la experiencia y le guíe a su propio éxito, te mantendrás lejos de la envidia. Una mujer joven que inicia su vida profesional, una madre que tiene a su primer hijo, una recién casada, alguien nueva en la ciudad siempre agradecerá y atesorará el consejo y guía de otra mujer. No seas la envidiosa que no comparte sus técnicas, la fórmula de su éxito o sus errores y aprendizajes. Esas mujeres no trascienden; las otras, las generosas, se vuelven leyendas.

Forma equipos de apoyo, de amigas o colegas

Únete a un grupo de mujeres inquietas o crea un grupo de mujeres como tú para lograr juntas las metas que en común se propongan. Es más fácil compensar tus debilidades con las fortalezas de otras mujeres, que dedicarte a envidiar y criticar a otras.

La envidia, el peor enemigo

Aprende a elogiar sinceramente

Reconoce el éxito y logros de otras mujeres. Dar un cumplido a otra mujer por lo guapa que se ve, lo linda que luce con ese vestido, ayudarle con el maquillaje que se le corrió o simplemente sonreírle e invitarla a tomar el almuerzo contigo cuando está sola, es cosa de mujeres superiores, no de pequeñas envidiosas que se alegran con el fracaso de otras.

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Y por favor, recuerda que nunca se está lo suficientemente ocupada como para no ayudar a quien te necesita. Somos mujeres y solidaridad es nuestro segundo nombre.

Te invito a leer: Cambia la envidia por la admiración

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.